1/11/2013

Adrián Pino Varón


Diálogo después de la batalla

Regreso después de batallar en los campos con aquellos hombres que sólo conocí por el santo y seña, por sus rostros polvorientos tras cada jornada que se abreviaban cuidándose la espalda para evitar ser blanco de los fragores diarios.

Cada hombre compartía su propio ángel de la guarda, porque no era fácil cruzar los bosques sin dejar rastro, sin que el aire quedara manchado por nuestros hedores, sin que los ríos presenciaran nuestro ritmo marcial.

No había tiempo de seguir los cocuyos que trazaban bajo los cielos nocturnos figuras de infancia, porque el tic tac de la luna nos anunciaba constantemente la vigilia, y nadie era dueño de su palabra o de sus actos, si acaso de atisbos de sonrisas como piedras desmoronadas.

Regreso sin sentirme victorioso o derrotado, sin saber si en verdad alguien tenía la razón, y si mi contienda fue por esta tierra o del lado del enemigo que ahora enseña como yo las heridas en su cuerpo.

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