11/05/2016

Edwin Gamboa y Fabio Andrés Delgado Micán


A continuación, presentamos dos poemas de los autores Edwin Gamboa y Fabio Andrés Delgado Micán.



FABIO DELGADO

Nació el 6 de abril de 1985 en Soacha, municipio de Cundinamarca, Colombia. Estudió Ciencias Sociales en la Universidad La Gran Colombia. Ha publicado en una serie de revistas de poesía varios de sus trabajos, ha sido gestor de colectivos literarios como VOCES DE QUIMERA en Bogotá y de grupos culturales como SEMINARÉ en compañía de Leidy Gutiérrez, Edwin Gamboa y Diego Landinez, colectivo cultural que les permitió trabajar desde una visión más amplia las Ciencias Humanas.




ARTE POÉTICA

De todas las autopsias que los poetas le han hecho al viento,
de los banquetes ofrecidos en sus casas
devorándose el amor;
de esas alhajas de amargura que les obligan las manos
a limpiarse sus bocas con la nostalgia,
esa otra alhaja,
No ha quedado nada:
solo una cacería de dioses
que se matan a sí mismos.


***


EDWIN GAMBOA

Nació pobre y feo. Le tocó en suerte nacer en un país con el tercer mayor índice de asesinatos en la región, Colombia, y para no matar -o no matarse- dedica sus horas a la literatura. Estudió Filología Clásica en la Universidad Nacional de Colombia y adelanta estudios de posgrado en el Instituto Caro y Cuervo, de donde es, actualmente, profesor auxiliar; trabaja también como docente en la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá. Hoy en día sigue siendo pobre y feo.




ÍTACA

“Yo soy tu laberinto…”
(Lamento de Ariadna, Nietzsche)


Los años han ajado la piel de Ulises. Las manos ásperas beben la sangre de los pretendientes. Es de noche y hace frío. Penélope, insegura, no se acerca al hombre envejecido: le cuesta creer que el más astuto de los hombres sea ahora un escombro del joven hermoso y fuerte de hace veinte años. Ulises la mira sin dejar de buscar con las manos la palangana para lavarse la sangre homicida. Su cuerpo de animal terrible todavía está tenso por el combate de la tarde y se mueve con torpeza. Afuera hay prisa, los sirvientes deben limpiar el desastre antes de que salga el sol, pues mañana correrá la noticia del regreso de Ulises y vendrán a saludarlo los generales amigos que combatieron en Troya y que aún le sobreviven. Adentro, Ulises no piensa en el alba ni en sus hermanos en armas. Él, que toda una vida antes humilló al cíclope y anduvo entre los muertos en el Hades, tiembla de miedo porque Penélope, acaso, ya no lo reconoce. Habría preferido perderse en la negra noche a regresar para terminar sus días sin ella. Triste destino. Ulises se incomoda, se embruma. Los años de aventuras le enseñaron que el olor de las olas ayuda a pensar. Se levanta torpemente, animal angustiado que quiere escapar, héroe vencido por sus entrañas. Ulises alcanza el umbral de la puerta cuando una mano lo detiene. Penélope lo abraza y llora un poco.

Hace tres lunas Ulises desembarcó secretamente en la isla, pero solo hasta ahora Ulises se ha reencontrado con Ítaca. Ulises es todos los hombres: amarra sus naves al puerto del abrazo de Penélope e intenta una sonrisa. Ulises, cansado animal, Ulises expectante por el mañana.





Edwin Gamboa lee un poema de Javier Moyano Rabiarte:






Fabio Andrés Delgado lee uno de sus poemas: 


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